La tecnología sigue sorprendiendo e inquietando. Investigadores en Roma crearon WhoFi, un sistema que identifica personas usando señales Wi-Fi, sin cámaras ni dispositivos. Funciona con precisión biométrica al detectar cómo el cuerpo interactúa con las ondas invisibles. Este avance promete revolucionar áreas como la seguridad y la salud, pero también plantea serias dudas sobre privacidad y ética.
Cada cuerpo humano, por su tamaño, forma y volumen, distorsiona de forma única las señales Wi-Fi que emite un router. Estas distorsiones, imperceptibles para el ojo humano, pueden ser detectadas y analizadas por sistemas que interpretan el “ruido” en la señal como una firma digital.
Este patrón es tan personal como una huella dactilar. De ahí que los científicos consideren que estas interferencias pueden catalogarse como un dato biométrico, lo cual significa que el cuerpo deja una especie de “firma digital” al cruzarse con el internet invisible que circula a nuestro alrededor.
A diferencia de otros sistemas de reconocimiento que requieren el uso de cámaras, sensores o dispositivos como celulares o smartwatches, WhoFi no necesita que la persona cargue ningún aparato. La mera presencia de un cuerpo humano en una habitación cubierta por Wi-Fi es suficiente para que el sistema reconozca su identidad o sus movimientos, utilizando únicamente las deformaciones que genera al pasar por el entorno.
Uno de los usos más obvios de esta tecnología sería el de vigilancia no invasiva. Sin necesidad de cámaras ni sensores visibles, un sistema como WhoFi podría detectar la presencia de personas no autorizadas en un espacio, registrar movimientos o incluso realizar un control de acceso.
Esto podría aplicarse en oficinas, aeropuertos, hospitales, bancos o incluso en hogares inteligentes, ayudando a mantener la seguridad sin requerir intervención directa ni dispositivos visibles.
Otra aplicación interesante está en el campo de la salud. En hospitales o residencias para personas mayores, WhoFi podría ayudar a monitorear el estado de los pacientes, detectar caídas, ausencias de movimiento o incluso problemas respiratorios, sin necesidad de cámaras que puedan invadir la privacidad del paciente.
Esto representa un avance significativo, especialmente en el cuidado de personas que requieren constante supervisión, ya que el sistema no depende del contacto físico ni de dispositivos que puedan perderse o dañarse.
Como todo avance tecnológico, la posibilidad de que las redes Wi-Fi “vean” a las personas trae consigo serias implicaciones éticas. Si bien la idea de un hogar más inteligente o un sistema de seguridad más efectivo suena atractiva, también es cierto que podría utilizarse para vigilar sin consentimiento, espiando o recolectando datos biométricos sin que el usuario lo sepa.
La pregunta clave es: ¿Quién controla esta información y cómo se protege?
Actualmente, la mayoría de las leyes de privacidad se enfocan en datos recolectados por cámaras, micrófonos o sensores, pero no contemplan el uso de señales Wi-Fi para reconocimiento biométrico. Por lo tanto, es necesario actualizar la legislación para proteger la privacidad de los usuarios ante esta nueva realidad.
Además, sería crucial establecer normas que regulen el uso, almacenamiento y procesamiento de este tipo de datos, así como garantizar el consentimiento informado del usuario.
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