La palabra deuda suele sonar mal, como un peso que te encadena y no te deja avanzar. Pero la realidad es más matizada: no toda deuda es negativa. Hay créditos que funcionan como palancas para crecer y otros que, si no se manejan con cuidado, se convierten en trampas financieras. La clave está en distinguir la deuda buena de la deuda basura.
La deuda buena es aquella que, en lugar de restar, suma a tu vida y a tu patrimonio. Se trata de préstamos que tienen un propósito productivo, que incrementan tu capacidad de generar ingresos o de construir un activo que aumentará su valor con el tiempo.
Un ejemplo clásico es una hipoteca. Comprar casa con crédito suele implicar pagar intereses, sí, pero también te permite adquirir un bien que normalmente se aprecia con los años. Otro caso es un crédito educativo, que abre la puerta a estudios que a futuro te permitirán acceder a mejores oportunidades laborales.
También puede entrar aquí el financiamiento empresarial: un préstamo que usas para hacer crecer tu negocio, aumentar inventario o expandirte a nuevos mercados.
La deuda basura —o mala— es la que no genera valor, te obliga a pagar altos intereses y, en muchos casos, solo financia consumos pasajeros.
Un ejemplo es usar una tarjeta para pagar un viaje y tardar meses (o años) en liquidarlo, pagando intereses que casi duplican el costo original. O los préstamos exprés con intereses altísimos que no hacen más que hundirte en una espiral de pagos.
La deuda no es en sí tu enemiga: es una herramienta. El problema es cómo y para qué la usas. Para evitar caer en deudas basura y aprovechar las buenas, necesitas tres pasos básicos: educación financiera, disciplina y aliados bancarios confiables.
Un primer paso sencillo es conocer tus deudas actuales: monto, tasa de interés, plazo y si el destino del crédito suma o resta a tu patrimonio. Después, define prioridades: liquida primero las deudas caras (tarjetas con intereses altos) y conserva aquellas que están construyendo activos.
En Hey Banco, por ejemplo, puedes apoyarte en herramientas digitales que te ayudan a monitorear tus gastos, diferenciar entre necesidades y caprichos, y tener recordatorios de pago para evitar cargos extra.
Pregúntate siempre: “¿Esta deuda me dará algo que crezca en valor o en ingresos a futuro?”. Si la respuesta es sí, probablemente sea deuda buena. Si la respuesta es no o simplemente “me hará feliz un rato”, cuidado: podrías estar entrando en terreno de deuda basura.
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