El Mundial 2026 en México promete millones de visitantes y una gran derrama económica. Sin embargo, el debate se centra en una propuesta: exentar de impuestos a la FIFA y empresas organizadoras, lo que plantea la pregunta de quién se beneficia realmente de este evento.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público planteó al Congreso que las empresas vinculadas a la organización del Mundial 2026 queden exentas de impuestos y trámites administrativos. Esto significa que FIFA y sus socios no tendrán que pagar IVA, ISR ni cumplir con retenciones relacionadas con sus actividades en México.
El gobierno justifica esta medida señalando que el Mundial detonará sectores como turismo, hospedaje, transporte, restaurantes, servicios culturales y construcción. La expectativa es que la derrama económica compense lo que el fisco dejará de recaudar, generando beneficios indirectos para empresas nacionales y empleo para miles de personas.
Mientras FIFA y sus filiales operarán libres de impuestos, los negocios locales —restaurantes, hoteles pequeños, taquerías, transportistas— seguirán pagando sus contribuciones como siempre. Esto ha generado críticas, pues se percibe un trato desigual: las grandes ganancias quedan blindadas, mientras los pequeños comerciantes absorben los costos fiscales.
A pesar de la polémica, la llegada de turistas sí representa una oportunidad para los negocios locales. Desde souvenirs hasta gastronomía, las pequeñas y medianas empresas podrán capitalizar el flujo de visitantes. La clave estará en su capacidad de prepararse, innovar y aprovechar el contexto para atraer a este nuevo mercado temporal.
La FIFA es reconocida mundialmente no solo por su influencia en el futbol, sino también por su capacidad de negociar beneficios fiscales en cada país sede. El Mundial 2026, compartido entre México, Estados Unidos y Canadá, no será la excepción: la organización asegura ingresos multimillonarios con un marco legal hecho a su medida.
Para México, la ganancia estará en el impulso turístico y la exposición internacional. Sin embargo, el costo político y social puede ser alto si la población percibe que el beneficio es solo para unos cuantos. La discusión seguirá en los próximos meses: ¿vale la pena liberar a FIFA de impuestos a cambio de un impulso económico indirecto?
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